Rajoy, Gallardón y unos parientes del montón: '¡a mí que me registren!'

Un viernes más, el Atila de la Moncloa con un caballo de refresco –esta vez su ministro de Justicia, que es suyo y no nuestro– ha regresado para pisotear los campos públicos, no sea que vaya a crecer en ellos un solo brote verde que beneficie a la ciudadanía.

Alberto Ruiz Gallardón, que lleva camino de hacer buena a Esperanza Aguirre, con la que tantos codazos y puntapiés se dio por debajo y por encima de la mesa, ha privatizado el Registro Civil para entregárselo a los registradores de la propiedad. Creado en 1870, fue gratuito desde su nacimiento, sin que monarquías, repúblicas o dictaduras quisieran meterle mano en ciento cuarenta años. Pero a Gallardón se le ha metido entre ceja y ceja (a base de machetazos y desbrozadoras, supongo) que paguemos aún más por nacer y por morir. Si Wert se crecía con el castigo, el ministro de Justicia se ha crecido con lo del aborto. Y ahora lo pillo, cuantos más nacimientos, más registros. No está contra el aborto por ideología, sino por conveniencia, suya, de su jefe, de los hermanos de su jefe y de su propia nuera.

Porque miren por dónde, resulta que su jefe, Mariano Rajoy, es registrador de la propiedad en modo pasivo/activo. Según la Asociación de Usuarios de Registros, el presidente del gobierno español mantiene en Santa Pola (Alicante) su plaza de registrador, que le sigue proporcionando beneficios millonarios. Cospedal diría que no hay por qué crear alarma social, que la trabaja en "modo diferido". También coincide que dos hermanos de Rajoy son registradores de la propiedad y forman parte, según dicha asociación de usuarios, del lobby de registradores que andaba detrás de la privatización desde hacía tiempo. Por si fuéramos pocos, parió la abuela: una nuera del ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón, es también del gremio. A mayores, sepan que no llegan al millar los registradores de la propiedad en España frente a cuarenta y siete millones de ciudadanos.

Pues bien, a pesar de la sospecha razonable de nepotismo y de desprecio por el muy democrático bienestar de la mayoría y no de las minorías familiares, Gallardón ha mandado aprobar la privatización. Con esta novedad, el paisanaje tendrá que vaciarse el bolsillo por certificar que nace, muere y toma cónyuge (como si fuera barato de por sí) para llenar el de Rajoy, el de sus hermanos, el de la nuera de Gallardón y el de los otros setecientos y pico registradores de la propiedad. Aquí descubro otra maniobra de calado: Gallardón quiere desanimar a los gays que pretendan casarse. Llámenme teórico de la conspiración, pero lo veo clarinete. Alberto no perdona, ni olvida...

Juan José Picos en el Mundiario, 17.02.2014

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